Como había cosas de ella que yo tampoco conocía, decidimos empezar por el principio
¿Cómo, dónde, cuándo y por qué llegaste al teatro?
Bueno, yo trabajaba de camarera en un hotel muchas horas, muchos días a la semana con muy pocos francos y estaba muy muy quemada, entonces busqué algo para salirme de eso. En ese momento yo estudiaba profesional gastronómico y dejé. Primero empecé con un taller de plástica en el Centro Cultural San Martín y me metí en la pintura. Después hice un año de pintura y escultura con un artista plástico Alejandro Cortiñas, con el cual me sumergí en la parte más creativa y como eso me despertó muchas cosas empecé con un tallercito de teatro que me encanto y al año siguiente empecé teatro en la escuela de Roxana Randón.
Entonces, ¿Se puede decir que arrancaste actuando?
Entonces sí, se puede decir que arranque con la actuación. De ahí empecé a hacer muchos talleres y seminarios con distintos docentes, porque veía que eran todos muy distintos.
Hice un seminario con El Baldío en Humahuaca que son súper barbianos y grotowskianos. En el seminario se trabajaba muy desde lo físico y cuando volví hice un seminario con Norman Briski que es todo lo contrario y de a poco fui descubriendo todos los distintos lugares que tiene la actuación y las posibilidades que hay desde lo actoral
¿Hubo alguno que te haya marcado más que otros?
Después comencé a hacer un taller con Bernarda Pagés, que yo la considero mi maestra y fue con ella con quien empecé a combinar la escritura con lo actoral. Eso me recordó que de muy chiquita escribía mucho. En tercer grado una maestra me regaló un cuaderno para que yo escribiera porque le gustaban los cuentos que yo escribía en sus clases, ¡una tierna, una genia!
Fue Bernanda quien me incentivó a profundizar en la escritura y ahí empecé a hacer un taller con Ariel Barchilón.
Yo creo que él fue quien me enseñó a ser docente porque además de ser un gran dramaturgo argentino, es un gran docente. Es una persona que sabe escribir y saber enseñar, que son dos cosas distintas. Desde entonces empecé a escribir mucho, en casa, por mi cuenta, a meterlo en lo cotidiano. Y después de un montón de proyectos fallidos como actriz o como asistente, Bernarda me dice: “Quizás vos tengas que hacer tus propios proyectos” y empecé a buscar el material que tenía y había un montón. De eso resultó Parir, mi primer obra de teatro, que me llevó dos años montarla. Fue un equipo muy grande, de doce personas. ¡Éramos un montón para una primera obra! y tuvo un resultado hermoso.
Entre que estaba ensayando eso, estaba escribiendo lo que después fue la novela que publiqué el año pasado (No se dice Mamushka). Como que una cosa fue llevando a la otra. Lo mismo me paso en el 2008 cuando empecé a cursar Artes Plásticas en Puan y que por los talleres que empecé, me corrí a cursar Artes Combinadas. Lo bueno es poder ver como lo teórico y lo práctico se conjugan y se retroalimentan. Por eso también me gusta escribir crítica sobre las obras que voy a ver, porque es un ejercicio que me ayuda a la dirección. Es un ejercicio de la mirada sobre lo escénico y creo que como director uno tiene que tener también ese ojo sobre lo que está pasando en el escenario.
Y en relación a la docencia, ¿Cómo fue ese comienzo?
En la docencia yo empecé dando clases particulares para escolares acá en el barrio. La docencia es algo que me gusta mucho. Después cuando fui creciendo en otros ámbitos lo pude ir aplicando y me pude ir especializando. Di clases de muchas cosas, en un terciario de historia del arte contemporáneo, de historia del maquillaje, de construcción de guión, cosas muy variadas, materias introductorias para chicos que estudiaban otras cosas.
Lo que me di cuenta, que lo que más me gusta es poder despertar el lado creativo en el otro. Así como mis maestros han hecho conmigo. No importa la disciplina, lo importante es poder agarrar de la mano al otro y decirle: ¡Vení, anímate, es por acá! y que puedan hacer ese ejercicio creativo.
¿Cómo definirías lo creativo?
Lo creativo es como un músculo para mí. Yo también entreno y es importante tener los espacios para entrenar y seguir desarrollándose. De eso disfruto mucho. Cuando doy talleres de escritura creativa al que vienen personas de distintas disciplinas es muy valorable todo lo que se animan a decir.
Y con respecto a lo profesional no tengo nada en contra de la catarsis estética. Creo que cuando uno publica y comercializa tiene que haber un trabajo. Como lectora cuando leo algo espero que del otro lado haya un trabajo, no un mero volcar, ver un trabajo que no sólo tiene que ver con la técnica sino también con uno mismo, de poder ir a lo profundo.
Nos contás en qué andás ahora?
Ahora estoy escribiendo cosas por escribir, tengo un par, bah! en realidad varias novelitas en la cabeza, pero no me decido por alguna así que sigo sumando material a “mis documentos”.
En teatro estoy haciendo la asistencia en una obra que es una adaptación de una escritora argentina que vive en España Ariana Harwicz. Se llama “Matate, amor”, y la adaptación la están haciendo María Figueras, Lola Silberman, Martín Flores Cárdenas y Julián Rodríguez. Tengo la oportunidad de poder estar ahí, es gente con gran experiencia y trayectoria. Me nutre mucho trabajar con ellos.
Estoy dando talleres de escritura grupales y tengo varios alumnos individuales que vienen con proyectos re variados desde un guionista, una psicóloga…. En las clases individuales se trabaja mucho sobre el material que cada uno trae y en los grupales yo siempre voy dando consignas y voy mechando material teórico.
Tener ideas es fácil, lo difícil es materializarlas. Es un trabajo que requiere, por ejemplo, el abandono de la idea primaria, lo cual significa despojo y eso es algo que requiere tiempo, del tiempo del juego, tiene que haber capacidad de juego. Es muy difícil lograr eso en un mundo en el que somos lo que producimos y lo que nos dedicamos y todo el tiempo a lo que hacemos se le exige un fin útil.
¿Cuál sería tu consejo para aquellos que se están sumergiendo en la escritura creativa?
Que es importante crear un momento, cada escritor tiene su rito. Están los que se levantan a las cinco de la mañana y después se ponen a escribir, los que lo hacen en un bar o con una cerveza en la mano. Cada uno encuentra sus espacios y momentos de creatividad y es algo que hay que poner en la agenda también y no desde la disciplina, sino permitirse, por ejemplo, sentarte y contemplar la ventana una semana… Uno va trabajando esa imagen y ya no es lo mismo cuando te sentás en la compu. Que a veces escribir es salir a caminar, salir a andar en bici, sentarte a tomar un café. A mí me gusta mucho darme baños de inmersión, me permeabiliza, un buen aroma también sirve, siempre.
Creo que lo más es importante tomar al texto como una masa, como una arcilla, como algo a lo que le doy forma y lo desarmo, le doy otra y lo desarmo.A mis alumnos les doy palabras de diarios y les digo arréglate con esto y cuando me dicen que es la oración final, diciéndome que les quedó re linda les digo que deshagan y comiencen de vuelta. La idea es la desolemnizar para jugar.
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